viernes, 5 de agosto de 2011

Romance del enamorado y la muerte



Un sueño soñaba anoche
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores
que en mis brazos los tenía.

Vi entrar señora muy blanca,
muy más que la nieve fría.
- ¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?

Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
- No soy el amor, amante:
soy la Muerte, Dios me envía.

- ¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
- Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.

Muy deprisa se calzaba,
más deprisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.

- ¡Ábreme la puerta blanca,
ábreme la puerta, niña!
- ¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?

Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
- Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida.

La Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
- Vete bajo mi ventana
donde labraba y cosía.

Te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el hilo no alcanzare,
mis trenzas añadiría.

Se rompió el cordón de seda
la muerte que allí venía:
- Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.